jueves, 13 de mayo de 2010

El poder de la palabra


A las palabras no se las lleva el viento, a diferencia de lo que se pudiera creer, consiguen grabarse como tintas indisolubles a todo lo que salga de nuestros labios; tienen la capacidad de dar vida propia. Por eso hay que cuidarlas, ya que su poderío las convierte en espadas diligentes que tan sólo dependen del modo en que las desenvainemos. Es así que se les puede dar un uso constructivo y útil, o uno destructivo e inservible.

El científico japonés Masaru Emoto demostró, cómo el efecto de determinados sonidos, palabras, pensamientos y sentimientos alteran la estructura molecular del agua. Su técnica consiste en exponer el agua a estos agentes, y luego de congelarlos separadamente, fotografía los cristales que se forman a continuación. Los resultados son sorprendentes en cuánto a que se ven diferencias claramente marcadas entre los cristales que fueron expuestos a ideas y palabras positivas, frente a los que estuvieron con lo negativo y destructivo.

Aquí se pueden ver los resultados obtenidos con las palabras ‘Me das asco’, aplicadas a otra muestra de agua destilada. Curiosamente, el modelo obtenido al aplicar estas palabras fue casi idéntico al aplicar música heavy metal, el agua no formó cristales y en su lugar se crearon estructuras caóticas y fragmentadas, al haber estado expuestas a palabras, pensamientos o emociones negativas.

Esta potestad de las palabras no es algo que se venga dado aleatoriamente, sino que ya desde el comienzo del mundo, Dios le da vida a toda su creación a través del verbo. Las palabras tienen el poderío de mover los cielos o desatar los infiernos.

Por su parte, los sufís creían en el poder del pensamiento, en la llamada ‘ley de la atracción’, mientras que todo el budismo y el hinduismo le apuntan a esto desde la concepción y el uso de mantras, palabra corta o grupo de palabras que se repiten para alejar los malos pensamientos, relajarse, prepararse para el trabajo, realizar deportes, aumentar el amor y elevar la conciencia a un plano superior. Con los mantras se busca enfocar y sosegar la mente, desapegarse del yo.   

Este tema es expuesto desde otra óptica en el libro ‘El poder de la intención’, en el que Wayne W. Dyer explica lo que son las vibraciones, sobre lo que terminamos atrayendo a nuestras vidas, porque nuestros pensamientos determinan esa conexión con lo que Dyer denomina la ‘Fuente’. Destaca la importancia de proyectarnos y agradecer lo que deseamos, tiempo antes de que suceda, y sobre cómo debemos vibrar en niveles energéticos superiores: amor incondicional, generosidad, aceptación de todos y la apreciación de la belleza. Debajo de estos niveles se encuentran: ira, miedo, dolor, apatía, culpa, odio, crítica y vergüenza; sentimientos que debilitan, de manera que se inhibe esa conexión con el nivel de energía universal de la intención.
Si una simple palabra logra cambiar toda una molécula de agua, no sería difícil imaginar lo que una oración, palabras de amor, fraternidad, valentía, amistad, podrían hacer en nuestro cuerpo, constituido en un 70% por agua. Si este fuera llenado por una intensa espiritualidad, nuestro interior se convertiría en un nido de belleza presto para ser destilado y proyectado. Todo comienza a partir de nosotros, por ende, si se cambia el corazón, la forma de pensar y de decir las cosas, se cambiarán las cosas que se verán.

"La palabra de Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu". Hebreos 4:12.



No hay comentarios:

Publicar un comentario