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Un viaje a través del arte, en sus distintas representaciones.
Se trata de un espacio del festival de Cine de Cannes donde se reúnen propuestas arriesgadas e independientes. Este es un balance de lo que ofreció en la pasada edición del evento.
Por Catalina de la Torre García
Cada mes de mayo, mientras los reflectores del Festival de Cannes apuntan hacia la alfombra roja y la esperada Palma de Oro, un evento paralelo se convierte en el refugio favorito de los cinéfilos más curiosos: la Quincena de Realizadores.
La Quincena de Realizadores se creó en 1969 como respuesta directa a los acontecimientos de mayo del 68, cuando cineastas como Francois Truffaut y Jean-Luc Godard impulsaron la suspensión del Festival de Cannes en solidaridad con las protestas estudiantiles y obreras que sacudían Francia. En medio de ese clima de agitación política y cultural surgió la necesidad de crear un espacio más libre e independiente para el cine de autor. Desde entonces, esta categoría del Festival de Cannes se ha convertido en el espacio ideal para descubrir voces nuevas, arriesgadas y originales del cine mundial; accesible al público.
Aunque ocurre al margen de la competencia oficial, su relevancia artística y su poder para impulsar carreras es innegable, la Quincena de Realizadores ha sabido construir su propio relato: el de un cine que se arriesga, que se inventa, que busca sin temor. Y Cannes, en su aparente centro, guarda aquí uno de sus latidos más vivos.
Este año, la Quincena de Realizadores presentó 18 largometrajes –entre ellos uno de animación y uno documental–, además de diez cortometrajes provenientes de distintas geografías y estilos. El 22 de mayo, en el Théâtre Croisette de Cannes, se celebró la ceremonia de clausura, donde La Danse des renards, del belga Valéry Carnoy, se llevó tanto el Label Europa Cinemas como el Coup de Cœur des Auteurs de la Sociedad de Aplicaciones Cinematográficas SACD. En esta historia íntima y contenida, ambientada en un internado deportivo, un joven boxeador enfrenta un dolor inexplicable tras un accidente, mientras sus sueños de grandeza comienzan a desvanecerse.
El Premio del Público fue para The President’s Cake, del director iraquí Hasan Hadi, una fábula agridulce situada en el Irak de los años noventa. Lamia, una niña de 9 años, recibe el difícil encargo de hacer una torta para celebrar el cumpleaños del presidente. Su búsqueda de ingredientes, acompañada de su amigo Saeed, pone patas arriba su vida cotidiana. La cinta también fue reconocida con la Caméra d'Or (Cámara de Oro), premio que distingue a la mejor ópera prima del Festival de Cannes.
La película elegida para cerrar la ceremonia fue Sorry, baby, de Eva Victor (Estados Unidos), un filme que clausuró la programación con una nota de sensibilidad y fraternidad para la superación de traumas. La historia sigue a Agnes, quien debe enfrentarse a las secuelas de un evento traumático mientras busca reencontrar su bienestar. Con el apoyo de su mejor amiga, su vecino y un pequeño gatito, Agnes intenta volver a conectar con la vida cotidiana y encontrar su camino hacia la sanación.
Con esta emotiva despedida, se cerró una selección diversa: adolescentes boxeadores atrapados en cuerpos que duelen, niños iraquíes que desafían el miedo horneando pasteles imposibles y nuevas voces que encuentran formas propias de contar, la Quincena de Realizadores volvió a recordarnos que el cine también respira lejos del centro: íntimo, político, improbable. A veces, basta una sala pequeña, una mirada atenta y la libertad de narrar historias desde ópticas culturales distintas para hacer latir al cine con fuerza.
Paralelamente, el Festival de Cannes conquistó al público con su ciclo de Cine en la Playa, ofreciendo proyecciones diarias que acercaron el séptimo arte a todos los asistentes, sumando otro pulso vibrante a esta fiesta cinematográfica.
Artículo publicado por Revista Cambio
#FestivaldeCannes2025 #Cine #PalmadeOro #QuincenadeRealizadores #CinémadelaPlage
Fotos de la clausura de la Quincena de Realizadores y del Cine en la Playa 2025
Crédito fotos: Catalina de la Torre García
Artículo relacionado: El Festival de Cannes a través de los ojos de una espectadora (2023)
La sombra en el espejo: Juego de sincronicidades propone al lector nuevas realidades,
accesibles únicamente a través de la ficción: la posibilidad de encontrar a tu Doppelgänger
(doble andante) y que ese encuentro conduzca al descubrimiento del propio
destino. Las historias de los personajes se entrelazan en paralelo con
canciones, libros y películas, que enriquecen el relato y dan forma a conceptos
desarrollados por el psiquiatra suizo Carl Jung, fundador de la psicología
analítica: el inconsciente colectivo, las sincronicidades y el arquetipo de la
sombra.
Como indica el título, en un juego de sincronicidades, las
historias del mundo —seleccionadas cuidadosamente para integrarse al desarrollo
de la novela— se complementan con la de Victoria, la protagonista, quien inicia
un viaje de autodescubrimiento y apertura a los sueños. A través de este
proceso, aprenderá a escuchar desde el alma para descubrir su verdadera
esencia.
Las películas que son citadas y recomendadas al lector son: El
origen, de Christopher Nolan; Perdidos en Tokio, de Sofía Coppola; Trainspotting,
de Danny Boyle; El jardinero fiel, de Fernando Meirelles; La
langosta, de Yorgos Lanthimos; 2001: Una odisea en el espacio, de
Stanley Kubrick; La ladrona de libros, de Brian Percival; El libro
negro (Zwartboek), de Paul Verhoeven; y La doble vida de Verónica,
de Krzysztof Kieślowski. Asimismo, los libros referenciados son: El hombre
duplicado, de José Saramago; De lo espiritual en el arte, de Vasili
Kandinsky; La ladrona de libros, de Markus Zusak; y El hombre en
busca de sentido, de Viktor E. Frankl.
El concepto de inconsciente colectivo es fundamental
para comprender la psicología analítica. Al postular su existencia, Carl Jung
nos invita a concebir la psique como parte de una experiencia humana universal,
donde nuestras vidas individuales están entrelazadas con un tapiz de
significados compartidos que trascienden el tiempo y el espacio.
A diferencia de Sigmund Freud, quien centró su atención en el
inconsciente personal, formado por experiencias individuales reprimidas, Jung
propuso que existe una capa más profunda y ancestral de la psique: el
inconsciente colectivo. Este constituye un depósito común de contenidos
mentales que todos los seres humanos compartimos, independientemente de nuestra
cultura o contexto histórico.
Dentro del inconsciente colectivo habitan los arquetipos,
patrones universales que se manifiestan en símbolos, mitos y narrativas comunes
a lo largo de todas las culturas y épocas. Estos arquetipos reflejan
experiencias humanas fundamentales e influyen, de manera profunda e
inconsciente, en nuestras percepciones, emociones y conductas.
Entre los arquetipos más representativos se encuentran:
Estos arquetipos, al emerger en sueños, mitologías o expresiones artísticas, revelan una dimensión común de la experiencia humana y nos conectan con lo más profundo de nuestra naturaleza.
Lost (2004-2010) es una de las series más
recomendadas y, al mismo tiempo, polémicas, sobre todo por su final. A pesar de
haberse emitido hace 15 años, formó parte de mi realidad durante tres meses,
tiempo en el que, más que digerirla, devoré sus seis temporadas y cada uno de
sus maravillosos capítulos. Lost no es solo una serie; es una
experiencia que conecta profundamente al público con sus personajes, explorando
sus vidas previas al encuentro en la isla y, luego, abriendo diferentes líneas
temporales. Estas historias abarcan pasados y futuros posibles, un concepto que
hoy en día se relaciona con la física cuántica y el multiverso, que ha ganado
tanta popularidad en la cultura moderna.
En Lost, la redención juega un papel clave. A pesar de los pasados turbios de varios de sus protagonistas, la isla les brinda una oportunidad para transformarse y convertirse en mejores personas. Además de sumergirse en la selva y enfrentar las constantes travesías y problemas de los sobrevivientes del vuelo Oceanic 815 (de Sídney a Los Ángeles)—Hurley, Kate, Jack, Charlie, Claire, Sawyer, Locke, Michael, Walt, Vincent, Sayid, Shannon, Boone, Rose, Bernard, Libby, Mr. Eko, Ana Lucía, Sun y Jin—los espectadores también son testigos de las vidas de los "otros" (los habitantes previos de la isla: Richard, Benjamin Linus, Juliet, Alex, Mikhail, Goodwin), así como de las historias de la Iniciativa Dharma de los años 70 (Dr. Shang, Horace), Charles Widmore, Eloise, Danielle Rousseau, Desmond Hume, Penelope, Jacob y el Hombre de Negro. También se presenta el equipo enviado por Widmore: Daniel, Miles, Charlotte, entre otros personajes como Christian Shephard, que se suman a los pasajeros del avión Ajira (vuelo L.A. con destino a Guam): Lapidus, Iliana, etc. A lo largo de la serie, los personajes se conectan de maneras profundas, desde la fraternidad hasta el romance, mientras el misterio de la isla sigue latiendo en el fondo.
La isla, envuelta en misterio, parece poseer poderes que desafían las leyes de la realidad: es capaz de mover el tiempo, y atravesarla, ya sea entrando o saliendo, es una hazaña casi imposible, un acto de extraordinaria complejidad. En sus confines, las mujeres que allí se embarazaron no pueden dar a luz, mientras que la isla ofrece curaciones milagrosas, como en el caso de Rose, quien vence el cáncer, o John Locke, que recupera la capacidad de caminar. Y, como si se tratara de un lugar fuera del tiempo, algunos personajes parecen gozar de una especie de "inmortalidad", o más bien, de un eterno no envejecimiento, como Richard y Jacob. Sumado a esto, hay una luz (representando el bien) que es el corazón de la isla, que debe protegerse; y la oscuridad (representando el mal) a través del monstruo de humo, quien no debe dejar la isla, y que en lo posible, debe destruirse.
En cuanto a la última temporada, se puede deducir que, más
que una resolución convencional, presenta realidades que nunca fueron, en relación a las historias que transcurren tras el aterrizaje del Oceanic 815, explicando al final de la serie por qué ocurrió todo de esa manera. Más allá de
que el cierre no haya sido lo que muchos esperaban, vivir la experiencia como
televidente merece la pena. Lost toca las fibras más profundas de
nuestro ser, invitándonos a reflexionar sobre lo que realmente importa: la
conexión humana. Nos recuerda que, más allá de las sombras del pasado,
todos poseemos la capacidad de transformarnos, de renacer y, finalmente, de ser
mejores.