miércoles, 21 de octubre de 2020

China: Big Data y su distópico Crédito Sésamo

Por: Catalina de la Torre García*

Portada The Economist

En Nosedive, capítulo de la serie Black Mirror, se muestra un mundo donde se vive a través de las puntuaciones: calificas y te califican, y dependes de ello para acceder a bienes y servicios, para sentirte “libre”. Es un lugar donde reina la hipocresía y las apariencias. Dejas de ser tú mismo para caer bien y seguir ganando puntos. Y ese parece ser el sentido primordial de la existencia. Se vive para mantener un promedio entre 4 y 5, para así poder darse una buena vida: viajes, mejores créditos de vivienda, asistencia médica, mejores autos, etc.

China cada vez más se parece a Nosedive. En el país asiático ya comenzó a utilizarse un “Crédito Social” como sistema de puntaje ciudadano, basado en una especie de ranking de confianza, es decir que cada individuo recibe un puntaje en función de sus conductas. Lo llaman Crédito Sésamo y usa su enorme base de datos de consumidores para crear rankings de "crédito social" individuales. Para ello, el Crédito Sésamo analiza los datos recopilados de los 300 millones de compradores registrados y los historiales de pagos de Alipay, una subsidiaria de Ant Financial y la plataforma de pagos en línea más grande de China. Luego aplica análisis de comportamiento del cliente para determinar si un solicitante es por ejemplo elegible o no para un préstamo. Así, el Crédito Sésamo califica las transacciones financieras en línea de quienes usan el sistema de pago de Alibaba.

Cada decisión que tome un individuo será puntuada. Por ejemplo, si un hombre compra leche y pañales en un supermercado, se está mostrando como padre responsable y le dará puntos a favor. Si por el contrario, prefiere alcohol y cigarrillos, disminuye sus puntos y es catalogado negativamente. Todo es juzgado y clasificado: con quienes se reúne, si dentro de sus amistades existen personas que se opongan al régimen, si habla mal del gobierno, etc. Si el gobierno considera que el individuo incurre en una mala práctica, restará su puntaje.

A través del puntaje se crean los beneficios o las restricciones. La primera restricción está dirigida a personas con baja puntuación, quienes no pueden adquirir billetes de tren o avión, sin importar que tengan necesidad de viajar o alguna emergencia. Igualmente existen otras restricciones derivadas de los bajos puntos, hecho que impacta negativamente a todas las esferas sociales, desde la escuela a la que pueden o no pueden ir sus hijos, los trabajos a optar y el tipo de préstamo hipotecario, recordándonos que debemos comportarnos tan bien como los personajes del capítulo de Black Mirror.

Actualmente y para afrontar el COVID 19 han surgido alrededor del mundo nuevas aplicaciones para rastrear si hemos estado cerca de algún contagiado; el Big Data permite a quienes controlan los datos usar información personal en cuestión de minutos. Las aplicaciones que se han lanzado en China, para el rastreo o trazabilidad de contactos, han sido a menudo invasivas al no solo registrar con qué dispositivos entró en contacto el móvil de un usuario, sino también dónde y cuándo lo hacían.Por su parte, Corea del Sur utilizó como medida pedir a las operadoras que localizaran a todas las personas que estuvieron en la zona de bares contagiada. Estas medidas de rastreo implican fuertes riesgos para la privacidad, por ello más de 300 científicos firmaron un comunicado, el cual insta al uso de los sistemas descentralizados que protejan la privacidad por diseño. Es decir, que “el uso de aplicaciones de rastreo de contactos y los sistemas que los soportan deben ser voluntarios, utilizados con el consentimiento explícito del usuario y los sistemas deben ser diseñados para poder apagarse y eliminar todos los datos cuando la crisis actual pase”.

De esta manera, lo que está pasando en China se convierte en amenaza de lo que podría ser real en otros países. Esta coyuntura de pandemia ofrece a las agencias de inteligencia y a muchos gobiernos, la excusa perfecta para espiarnos aún más, teniendo en cuenta que toda nuestra información ya la tienen las Apps que descargamos, nuestros correos electrónicos y nuestro registro digital: el paso por redes sociales, búsquedas de Google y compras electrónicas.

El Gigante Asiático mantiene un régimen de gobernanza distópica que evoca al libro 1984 de George Orwell y al término asociado al mismo “sociedad orwelliana”, ya de uso común en el lenguaje coloquial para resaltar que vivimos en una sociedad completamente vigilada. 


1984: peligros de una ficción que podría ser inminentemente real

La novela política de ficción distópica, publicada en 1949 por George Orwell, nació como una fuerte crítica a la figura de Joseph Stalin y su dictadura en la URSS ––Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas––, que gobernó desde 1924 hasta 1953. 

Considerado uno de los 10 dictadores más sanguinarios del siglo XX, se le atribuyen unos 23 millones de muertos: un número mayor de víctimas que las que dejó el Holocausto nazi. Instauró un régimen del terror bajo el cual amplió los poderes de la policía secreta. Alentó a los ciudadanos a espiarse unos a otros e hizo que millones de personas fueran asesinadas o enviadas al sistema de campos de trabajos forzados, también conocidos como Gulags, que estaban dirigidos por la policía de la Unión Soviética y la KGB. 

Durante la segunda mitad de la década de 1930, Stalin instituyó la Gran Purga, una serie de campañas diseñadas para librar al Partido Comunista, al ejército y a otras partes de la sociedad soviética, de aquellos opositores ideológicos o políticos que por ende se consideraban una amenaza. Así iban siendo eliminados uno a uno todos sus opositores: no se conformaba con ejecutar o enviarlos a los gulags, sino que también los borraba de las fotos donde aparecían, eliminando todo rastro suyo, como si nunca hubieran existido y modificando a su antojo la historia (como lo hizo con su camarada Trotsky).

1984 crítica el totalitarismo de Stalin y lo expone como reflejo de lo que las sociedades deben evitar: no hay lugar para la oposición ni para pensar diferente al partido, donde, por lo tanto, existe una hipervigilancia y un totalitarismo de terror puro. La historia del libro refleja todos los peligros que puede padecer una sociedad con la vigilancia extrema, en este caso, hasta del pensamiento mismo (que en la actualidad nos remonta a la información que plataformas como Facebook, Twitter y demás Redes Sociales van recopilando de cada uno de sus usuarios). La vigilancia usada en 1984 permitirá que el gobierno tiránico pueda perseguir y castigar a los “rebeldes”; realice continuamente un lavado masivo de cerebros y control sobre su voluntades y deseos, donde los niños son los peores espías, quienes señalan y acusan a sus padres con el gobierno, si se dan cuenta de que son disidentes.

A través del control mental de masas y la policía del pensamiento, las personas viven como robots, se les elimina el deseo sexual, la capacidad de amar y de ser empáticos, se les cambia la historia y verdad de los hechos noticiosos de cada día, sin que puedan cuestionarse ni pensar por sí mismos, sin poder rebelarse ni decidir, sin ser libres. Asimismo, llama la atención que el autor decide nombrar los Ministerios existentes como un antónimo de lo que en realidad son:  El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; el Ministerio de la Verdad, de las mentiras; el Ministerio de Amor, de la tortura y el Ministerio de Abundancia, del hambre y la escasez.


Para pensar en tiempos de pandemia 

La humanidad entera se encuentra viviendo una distopía, algo que de por sí es difícil de digerir. Sin embargo, es momento de comprender lo que conllevan los avances tecnológicos en los tiempos que vivimos y poder reflexionar como ciudadanos con derechos (aún) si vale la pena o no luchar por nuestras libertades. Es momento de abrir los ojos y ser conscientes de que no podemos permitir que ni 1984 ni Nosedive se hagan realidad, como está sucediendo en China, país que ya tiene implementada la tecnología del 5G, también del Internet de las Cosas[1], y cuyo totalitarismo, alto nivel de espionaje y censura acabó con las libertades de sus ciudadanos.

Ahora, mientras el mundo está encerrado en sus casas, antenas inalámbricas del 5G están siendo instaladas alrededor del mundo. Y al tiempo, los gobiernos no han resuelto las dudas que los ciudadanos han presentado sobre los efectos adversos que esta tecnología pueda traer para la salud y la privacidad.

Científicos han advertido que antes de lanzar 5G, se debe realizar una investigación urgente sobre los efectos en la salud humana para garantizar que el público y el medio ambiente estén protegidos. Según “Expansión inalámbrica 5G: implicaciones para la salud pública y el medio ambiente”, -uno de los estudios publicados sobre el tema- los efectos adversos van desde el cáncer hasta cambios en el crecimiento de bacterias y daños en el ADN, generando un resultado negativo tanto de la salud física como mental.

Asimismo, entra en juego el problema del Big Data y una vigilancia más invasiva por parte de los gobiernos, que como hemos visto, con la pandemia se ha incrementado. Tendría que regularse y garantizarse la protección de datos de los usuarios y evitar que se caiga en una dictadura tecnológica.

Debemos unir nuestra voz y exigir a nuestros gobiernos transparencia, un uso adecuado del Big Data y la tecnología 5G, en caso de aparezcan otros estudios científicos avalados que demuestren que se trata de una tecnología inofensiva.  

No permitamos que la realidad de las futuras generaciones sea una pesadilla tecnológica orwelliana, como la descrita anteriormente. Estamos a tiempo de girar y que la historia tome otra dirección antes de que sea demasiado tarde.   

 

*Periodista. Magíster en Relaciones Internacionales. Magíster en Acción Internacional Humanitaria.



[1] La promesa del Internet de las Cosas, a través de la tecnología 5G, es construir un futuro inteligente y conectado para máquinas y cosas, para que sean capaces de comunicarse entre sí de manera eficiente.